Servidores de la Verdad
Algunos fragmentos bíblicos me inspiraron en esta profesión de manera tal que ningún manual de textos podría haberlo hecho mejor.
Consustancialidad
Siempre sentí cierta consustiancialidad de este oficio con mi Fe, ya sea como un narrador de historias, como un agente de relaciones públicas o como un político. El Evangelio de San Juan lo plantea de esa manera desde el arranque: "En el principio existía la Palabra, la Palabra estaba junto a Dios y la Palabra era Dios. Ella estaba en el principio junto a Dios. Todo se hizo por ella y sin ella nada se hizo. Lo que se hizo en ella era la vida, y la vida era la luz de los hombres; y la luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la vencieron". (Jn 1, 1-5)
Mientras escribo este texto soy cocreador con El; participo de esa aventura increíble y me someto a sus vaivenes.
En mis orígenes periodísticos, como en la actualidad profesional de los asuntos públicos, siempre el desafío fue honrar a la Verdad, pero ¿qué es la Verdad?, se preguntaba Pilatos en el Pretorio (Jn 18, 37-38). "Yo soy el camino, la verdad y la vida" (Jn 17, 6), por lo que deducimos que la Verdad cristiana no es una objetividad, sino que es una subjetividad.
La necesaria ubicación
Sabedores de semejante tesoro, uno no dudaría en sentirse superior. Sin embargo, Jesús nos explica claramente en Lucas 14, 7-11 lo que le puede suceder a los creídos: "Cuando alguien te invite a una boda, no te pongas en el primer puesto, no sea que haya invitado a alguien más distinguido que vos y, viniendo el que los invitó a vos y a él, te diga: ´dejá el sitio a éste´ y debas irte avergonzado a sentarte en el último puesto. Al contrario, cuando te inviten, andá a sentarte en el último puesto, de manera que, cuando venga el que te invitó, te diga: ´amigo, sentate en un lugar más digno' ". Y esto será un honor para los que estén con vos en la mesa. Porque todo el que se ensanlce será humillado, y el que se humille será ensanzado".
Esto tiene una lógica evidente, pero acto seguido Jesús acomete con la elección de nuestros invitados (Lc 14, 12-14): "Cuando des una comida o una cena, no llames a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a tus vecinos ricos, no sea que ellos te inviten a su vez y tengas ya tu recompensa. Cuando des un banquete, llamá a los pobres, a los lisiados, a los cojos y a los ciegos. Así serás dichoso porque, al no poder corresponderte, serás recompensado en la resurrección de los justos".
El hábito del monje
También se manifestó vehementemente en materia de ceremonial y de protocolo. En la parábola del banquete de bodas (Mt 22, 1-14) se refiere a un rey que celebró un banquete de bodas e invitó a los invitados, que se negaron a asistir, aún bajo la insistencia de sus siervos; más aún "los escarnecieron y los mataron". Los siervos salieron a los caminos y reunieron a buenos y a malos para que asistan, y la sala se llenó de comensales. "Cuando entró el rey a ver a los comensales vio allí a uno que no tenía traje de boda. Le dijo: ´amigo, ¿cómo has entrado aquí si traje de boda?´. El se quedó callado. Entonces el rey dijo a los sirvientes: ´Atenlo de pies y manosy échenlo a las tinieblas de fuera; allí será el llanto y el rechinar de dientes´. Porque muchos son los llamados, mas pocos los escogidos".
Valer aclarar que en estas bodas, el rey ofrecía un traje a sus invitados, por lo que el que no estaba trajeado era porque no quería. Es importante ver la enérgica reacción monárquica contra el rebelde a los usos y costumbres. ¿Qué le costaba ponerse el traje? No supo siquiera expresar su posición, y fue lanzado a la oscuridad atado probablemente para alimento de las fieras.
Por estas circunstancias es que creo que el hábito hace al monje. Uno desempeña un rol en este juego de la vida, y se hace cargo de sus consecuencias. Esquivar el hábito correspondiente nos expone a una condena, del mismo modo que calzar el traje ajeno.
Honrar las fiestas
Las celebraciones son los motivos de la socialización. Uno percibe claramente en la ruralidad la utilidad de los festejos para reunir a la gente y de respetar a la tradición, como a una sabiduría que dicta el mejor modo de hacer las cosas.
Los llamados "eventos" son muy importantes en nuestro oficio. Cifran mensajes, establecen relaciones y permiten una negociación.
Jesús hizo un primer milagro con el que manifestó su divinidad en una boda, la de Caná de Galilea (Jn 2, 1-11) y podríamos decir que terminó su campaña en una Ultima Cena (Jn 13-14).
Las fiestas y las celebraciones tienen un lugar privilegiado en el culto, ya que constituyen reuniones comunitarias inherentes a la Fe cristiana. No hay Iglesia sin rebaño.
Hasta el cementerio
Contra toda recomendación peronista, que advierte en no ingresar al cementerio con el conductor, el cristianismo se muestra imprudente. A la fidelidad se la concibe hasta el último aliento de vida, tal como lo relata Juan, el Evangelista, en su capítulo 19,35, y el senador José de Arimatea, que ofreció su propio sepulcro para los restos de Jesús (Jn 19, 38-41), a riesgo de enemistarse con "todo el mundo" político, cuando el Salvador ya era un muerto.
Esta no es una opción fácil ni acomodaticia. La vocación cristiana de un comunicador lo lleva a dar la vida entera para servir a la Verdad. Eso la hace tan apasionante como satisfactoria. Cuando se experimentaron estas cosas, ya no se las pueden callar.+
Una imagen como ésta de Rafael me inspiró, en 1994, cuando me llegó en una colección de arte del diario La Nación. La entronicé en mi oficinas de Telintar y Telecom |
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