#DeNoCreer

El Mosquito. Ejemplar del Archivo Celesia, del AGN

Es habitual que los candidatos saquen a relucir sus ideas o su biografía, o una autobiografía, en formato libro. Siempre hay una dimensión editorial de la campaña. Pero lo que pasó este año es notable.
Primero, porque Cristina Fernandez hizo de su libro el mascarón de proa de su campaña, al punto de utilizarlo como motivo de su lanzamiento. Haber ido a la Feria del Libro -a pesar de eso de los peronistas de que "alpargatas si, libros no"- fue una genialidad, porque hay un elemento de clase media ilustrada que es fanático de ella y que se iba a presentar allí en forma masiva y le permitió, al mismo tiempo, relativizar la exclusiva identificación de las clases populares.
Segundo, porque ella sabe que hablar y estar presente en la campaña le resultaría perjudicial para sus aspiraciones electorales. Pero, evidentemente, ella no podía callar sus argumentos contra todas las acusaciones que se le vendrían en su contra durante el curso de la campaña y este libro le permitió, de antemano, salir a pegar primero y luego callar y hasta desaparecer del escenario.
El tercer elemento de interés es que ella aseguró que fue Alberto Fernandez quien la incitó a publicarlo. A esta altura de las circunstancias uno podría poner en duda la inexistencia de un plan previo de la fórmula Fernández al cuadrado que luego se dio a conocer.
El éxito o el fracaso de estas decisiones las podremos juzgar recién con los resultados en la mano, pero a primera vista estas maniobras me resultaron ingeniosas y audaces.

Cristinamente
Esta explicación se circunscribiría exclusivamente al terreno político sino fuera por la aparición del libro de Carlos Reymundo Roberts. Cristinamente, a casi diez años de aparición de la columna que publica todos los sábados en el diario La Nación, resultó un canal más que adecuado para ridiculizar los esfuerzos de la ex Presidente, y hasta para pulsear por mantener la grieta en las librerías.
Carlos nos contaba esta semana, tras su presentación en el Campus del Jockey, que los libreros le aseguran que con Sinceramente se produce algo inédito. Uno de ellos, que tiene comercio en las Lomas de San Isidro, le aseguró que la semana pasada una  sola señora había llevado una caja de libros de una vez. El caso de compras militantes es algo tan insólito como inédito. No puedo callar que el primer nombre que se me vino en mente es el de Teresa García, vecina del centro comercial de Juan Segundo Fernandez.
Fallido, en cambio, fue el intento de Margarita Stolbizer que, a poco de haber bajado su candidatura, sacó a la venta Ella Miente, para responder a todas las explicaciones de Cristina en su libro pero -aunque permanece en vidrieras- no logra escalar en las ventas.

#DeNoCreer
Lo que es #DeNoCreer es que el libro de Cristina vaya primero en el segmento de la no ficción y el de Carlos en el de la ficción, siendo el primero quien lleva más libros vendidos en total. Esto es elocuente de un estado de atomización total y de una politización aún mayor.
Vale recordar que el irónico humor de la columna que La Nación publica semanalmente desde pleno kichnerato salió en forma simultánea o algo posterior a la que instauró Alejandro Borensztein en Clarín y reconstituyeron un exitoso género que se había ausentado en Buenos Aires desde que Juan Carlos Casas apagara los Dialoguitos en la City de David Hume. Al igual que la columna que Hitos publicaba en el Económico de los domingos, que abordaba irreverentemente las peripecias económicas a las que nos hemos visto sometidos los argentinos, estos columnistas contemporáneo lo hicieron con la institucionalidad.
Borensztein es y siempre fue un artista, un intelectual. En cambio, me impresiona ver a Carlos, a quien conozco desde hace más de treinta años, cuando era un redactor de la sección Gobierno del diario, transformado en un personaje del espectáculo, verlo en tele y dictar una conferencia en tono principalmente jocoso, aunque con un mensaje genuino.
Cuando no alcanzan los argumentos, hay que probar por otros caminos.+

En el SXIX los medios ya se tomaban la política en solfa

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