En Luján #ValeTodaVida
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Iba a ser un día frío, con lluvia, de un domingo que dividió el fin de semana largo por la mitad en las puertas de las vacaciones de inverno.
La convocatoria estuvo a cargo exclusivamente de los Obispos argentinos, y no hubo otro estímulo que acudir a misa y consagrarse a la Virgen.
Jóvenes con alcancías móviles recaudaban para cubrir los costos de la organización del evento masivo al que la Iglesia había convocado para pronunciarse a favor de Toda Vida, en contra del proyecto de ley de legalización del aborto.
Además, la gente debía costearse el pasaje u organizarse para estar a las once frente a la Basílica de Nuestra Señora de Luján, patrona de los argentinos, a más de cien kilómetros de Buenos Aires.
Aún así, empezamos a ver llegar a los peregrinos hasta colmar la inmensa plaza seca que precede al santuario y superar con holgura el límite que habían previsto los laicos que voluntaria y generosamente habían organizado la seguridad del evento.
La celebración fue estrictamente religiosa, en riguroso silencio y sin consignas políticas de ningún tipo. Gente de todas las edades se movilizó a pesar de las dificultades para acudir a esa Eucaristía masiva. Pocas veces he visto algo similar en toda mi vida y eso que he concurrido a muchas de estas actividades.
Los medios seguían los sucesos de los chicos del sudeste asiático, que nos alegraron a todos, pero daban a la espalda a lo que había movilizado a esa inmensa cantidad de gente. Prácticamente no había móviles de exteriores apostados allí, ni tampoco en la gruta tailandesa. Habían ignorado la convocatoria.
Más de una vez quise saber qué es lo que verdaderamente ocupa espacio en los medios: "lo que le interesa a mucha gente", me han contestado, o "todo aquello que el poder quiere ocultar; eso es periodismo, lo demás son relaciones públicas", dicen otros parafaseando a una leyenda del gremio de los informadores. ¿Qué faltó en Luján para que pudiera captar el interés de los medios? Hubo mucha gente y también el evidente deseo del poder de ocultarlo.
Los católicos estamos acostumbrados a que nos ignoren pero, como dice la lectura de San Pablo de hoy, nuestra debilidad es la que permite expresar la fortaleza del Señor, en quien confiamos.
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