Entrevista al entrevistador

La Nación Revista entrevistó a un gran entrevistador, Alejandro Fantino. Con gran honestidad, responde las preguntas que constituyen su secreto estratégico en la factura de los reportajes que lo hicieron famoso. Aquí va la primera parte, que es la que  mi juicio tiene mayor valor periodístico.+
 
Foto: Ignacio Coló
Se posicionó como uno de los entrevistadores televisivos más vistos. Políticos, artistas y deportistas se exponen a sus maneras coloquiales y extravertidas. Pero tiene sus límites: "No soy nadie para dictar justicia y romper una persona en vivo". Aquí, el gran preguntador responde
Emilse Pizarro LA NACION, Domingo 28 de agosto de 2016

Un helicóptero del Ejército argentino se sostiene en el aire a pocos metros del suelo. De uno de los lados pende una soga. De esa mosca de acero renga, los soldados descienden a toda prisa, deslizándose por la cuerda. Corren hacia alguna misión.

Enrólese en el Ejército argentino. ¿Pediste ir a un liceo militar al ver eso en la TV?

Nací y me críe en un pueblo muy pequeño (San Vicente). Cuando estaba en séptimo grado vi eso y leía Cuerpos de elite, una enciclopedia histórica de grandes batallas, y dije: tengo que ir al liceo. Gran error, porque la pasé muy mal.

Alejandro Fantino estuvo pupilo en el liceo militar Belgrano de Santa Fe hasta que no aguantó más. A los 16 años, al tiempo que abandonaba el plan de los héroes en soga, comenzaba otra huida. Primero se fue a San Francisco, Córdoba, a vivir con sus tíos Tota, Tamina y Oscar. Cuando eligió una carrera para estudiar, se decidió por Ingeniería en petroquímica, y para eso se instaló en San Rafael, Mendoza. No funcionó, no entendía nada. Entonces, pensó en otra: licenciatura en Genética. Era el año 1991 y esa carrera, según cuenta, sólo existía en la Universidad Nacional de Posadas, Misiones.

-Evidentemente, estaba tratando de alejarme del circuito donde me había criado. O quería ponerme a prueba, era pendejo y me fui bien lejos. Lo de Posadas tiene una explicación, y es que en cuarto año me llevé previa Biología. Me había quedado en la cabeza un tema: los cruzamientos de Mendel. El monje que cruzaba semillas. Biología, genética, Mendel, un monje medieval. Fui a vivir a un hotel, todos nerds los pibes. Genios. Los primeros tres años eran de Medicina; metí unas materias y terminé laburando de tarjetero en un boliche y dando clases de pádel. Porque juego al tenis desde chiquitito. Es lo único en lo que fui constante toda mi vida, sigo jugando tres veces por semana.

Hace unos años empezaste la carrera de Sociología, luego Historia y el año pasado Derecho en la Universidad de Lomas. ¿Por qué hacés esos arranques de carrera?

Cuando estaba en TyC Sports me dieron un programa que se llamaba Código F. Una noche vino Rafael Bielsa y el tipo -no es que lo hizo de soberbio- hablaba como hablaba siempre, viste que Rafael tiene un lenguaje. Los pibes no cazábamos una, yo por lo menos no entendí lo que me dijo. Nada. Año 2000. Y dije: "Me voy a anotar en una carrera". Sociología me gustaba. Este año me anoté (Derecho) en la Siglo XXI, a distancia. A ver si puedo terminar una carrera, porque es vergonzoso.



Hace unos meses, en tu programa contaste que un amigo tuyo, sobre el llamado de Macri a Messi, por su renuncia a la Selección, te dijo: "Yo les doy trabajo a 25 argentinos y a mí no me llama. Es un oportunista político". ¿Esa persona existe o la inventaste para decir lo que vos creías?

Todo el mundo duda, hasta mis amigos más íntimos dicen que yo inventé eso. Porque me conocen, dicen que soy un gran inventor de historias y cuentista. Esa historia es real, pero metí la pata porque el que la vivió no pensó nunca que eso iba a explotar como explotó. En el lugar donde vive saben quién es, ya se comió puteadas y apoyos. Muchas cosas, te diría que la mayoría, las invento. Pero esta era verdad.

¿Qué más no te creyeron?

Algunas historias. Yo siempre le agrego algo a una historia [sonríe]. Una historia que vas a contar en la televisión o en la radio es como un plato en un restaurante de Palermo Soho. Yo voy a mi pueblo y me sirven milanesa con papas fritas y puré y es exquisita, sequita, cae por fuera el plato. Pero es una milanesa común y corriente. Vas a Palermo y es la mitad de tamaño y se llama milanesa en finas hierbas pisoteadas por ciervos de la antigua Roma y pagás un montón. Es cómo lo presentás. Lo que hay que tratar es que ese IVA que agregás no te deforme lo que estás presentando. Sí, exagero las cosas.

¿Un buen entrevistador debe incomodar al personaje?

Definitivamente, no. Un buen entrevistador tiene que saber qué dosis de anestesia le da al entrevistado para que no se dé cuenta de que le está sacando cosas. Si le diste poca anestesia, le duele cuando le preguntás, se cierra y no le sacás nada más. Y si le das mucha anestesia, cuando lo llenas de centros, lo dormís. Mi estilo es sacar las cosas por las buenas. A una persona a la que tratás bien y escuchás, le sacás más cosas. Además, no soy nadie para dictar justicia y romper una persona en vivo.

Pero no es lo mismo encarar una entrevista a un actor que a un político.

No. Me pasó con Guillermo Moreno. Cuando me acerqué físicamente y apoyé mi frente casi contra la de él yo no sentí que él me fuese a pegar un cabezazo. Había tensión, pero sentí que él también jugó a eso; exageró su personaje. Hizo de Moreno sin irse al carajo con cosas como lo ha hecho en el último tiempo para declarar. La nota también tiene que tener altruismo, me pasó con Darín: yo me puse en un lugar absolutamente materialista (¨¿No te interesa tener un yate?") para contrastar. Por supuesto que su personaje era mucho más querible que el mío. Y me mataron. No me arrepiento, porque la finalidad era hacer una buena nota. Si tengo que hacerme el boludo para que salga una buena charla o tengo que hacerme el malo, crear un personaje, lo hago.

¿Pero un entrevistador que crea un personaje no está mintiendo?

¿Cómo que crea un personaje?

¿Exagerar no es mentir?

No. Para mí exagerar es una herramienta para que el otro te diga. Cuando Maravilla Martínez contaba que llegó a España y no tenía para comer, y que sacó de un bolsillo un papel que tenía anotado un teléfono que lo salvó, yo lo elevé como si él me estuviese contando que había matado cuatro dragones en un castillo en la Edad Media. "¡No! ¿En serio me decís? ¡Eso es tremendo!" Es una exageración para ensalzarlo. Él se iba inflando y contaba cada vez más.

¿Eso no es dorar la píldora?

Eso es parte de sacarle mejores cosas a un entrevistado. Tampoco estoy haciendo ninguna cosa fuera de reglamento. Mirá, estoy leyendo un libro que se llama El juego de los abalorios, de Hermann Hesse. Es un juego en Castalia, donde mezclaban música, historia, filosofía. Creo que soy un jugador de abalorios: la nota tiene que tener música, ritmo, combinación de elementos. En el caso de Maravilla yo combiné la épica, yo lo veía como si fuese Odiseo. Cuando dice que en la primera pelea contra Paul Williams en Manchester él se levantó porque vio la mirada del padre. Yo no vi la cara del padre, pero ¿me vas a decir que no es válido lo que hice? Yo creo que sí, porque no lo estoy haciendo para que quien estoy entrevistando mienta y se limpie de algo, lo estoy haciendo para que salga una buena historia.

"Una buena entrevista surge de una guerra de egos"...

No se puede tener ego a la hora de hacer una entrevista. Lucho contra eso. A veces me voy en la camioneta para casa y voy repasando: "para qué dijiste Stevenson, en el cuento El diablo en la botella, dijo. ¿Para qué? ¿A quién tenés que demostrarle? No seas tan tonto y dejá que la figura sea el otro". Por eso me pasa que muchos me dicen: "¿Cómo podés preguntar tamaña pelotudez? ¿En serio Fantino no sabías lo que era paroxismo y le preguntaste a Sarlo?" Sí que sabía, pero se tenía que entender. Dejé el ego de lado. Otro habría dicho "yo ni en pedo le pregunto, sé lo que es". Prefiero pasar por tonto pero hacer una buena entrevista.

A Guillermo Moreno le dijiste que preferías pasar por pelotudo antes que por pedante.

Yo sostengo que en el medio donde nos movemos es preferible pasar por pelotudo delante de los que se hacen pasar por inteligentes. Prefiero pasar inadvertido, que no me vean llegar, que no me tengan en cuenta. Ser gris.

¿Por qué toqueteás al entrevistado?

Porque es una manera de conectar. Y le miro las manos; siente que le estás prestando atención y es prestarle atención. Si te digo "dale, ¿en serio?", [me palmea la mano], conecto.

¿Sentís que fuiste tibio en alguna una entrevista?

No creo que haya que herir a quien entrevistás. Si puedo sacar las cosas bien, no me parece que sea de caballero. Aunque con esta cara de gil que a veces pongo en una nota puedo romperte sin que te des cuenta, imperceptiblemente, te muelo los huesos. Te fuiste y dijiste barbaridades. Una vez vino (Gabriel) Mariotto, empezamos a hablar y terminó diciéndome al aire que en la Cámara de Diputados de la provincia de Buenos Aires corrían valijas de dinero de coimas. El otro día lo vi en un pasillo de la radio me miró y me dijo: "En qué quilombo me metiste vos". "¡¿Yo?! Yo no tengo nada que ver. Lo dijiste vos". ¿Si fui tibio? Seguramente muchas veces. Con la nota a Macri, en las redes sociales, me pasó eso.

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