De hábitos y convenciones, la corbata

Sobre gustos no hay nada escrito, pero en materia de protocolos lo natural es que existan acuerdos. Porque un protocolo no es otra cosa que un conjunto de señales que procuran transmitir información.
Hace años que el uso de la corbata despierta controversias. Pero la cuestión más precisamente pasa por disernir cuándo y cómo se la debe usar.
Cuando yo era chico, hacia fines de los 60, papá usaba traje para asistir a misa, al igual que todos sus amigos y parientes varones. Pero en algún momento -probablemente como consecuencia de los cambios litúrgicos derivados del Concilio Vaticano II- la dejó de usar. Como casi todos sus parientes y amigos. Actualmente es excepcional que los católicos concurran a la misa dominical de esa manera en la Argentina. Pero esta es una costumbre latinoamericana. Tanto en Europa como en los Estados Unidos la gente acude formalmente ataviado a tales celebraciones; tal vez se vea más el elegante sport (saco y pantalon de vestir, camisa y zapatos o mocasines) y escaseen los jeans, zapatillas y remeras. En la campiña bávara o francesa, en cambio, la gente viste sus mejores pilchas típicas, que se distinguen del hábito globalmente urbano.
En mi oficina pasa algo parecido: hace un par de años que la corbata pasó a ser una rareza, aubque en la casa central en Rotterdam (Holanda) sea moneda  corriente.
Obsérvense la fotos del gabinete que asumirá con Mauricio Macri, por un lado, y las de las visitas del presidente electo a Sao Paulo y Santiago de Chile, por el otro. En la primera de ellas, el único portador de corbata es el que será ministro de Justicia. Es que es el principal referente de un gremio que vive de los códigos y las formalidades. Sinceramente, creo que no es una casualidad que los más reconocidos abogados de Buenos Aires sigan cargando con semejante estandarte. No en vano es exitosa la serie de Netflix que los tiene de protagonistas y que se titula Suites. En todas esas producciones sobre el poder norteamericano, las autoridades visten rigurosos trajes y corbatas perfectamente a la moda.
Es interesante observar que en el mundo hay una gran parte que aún se aferra a esta convención. Algo parecido pasa con los clubes sociales, como el Jockey Club, en donde la alternativa que se ven en la alternativa de adaptarse a los cambios de moda vernáculos o mantenerse en sintonía con los más destacados clubes del mundo de los que es corresponsal.
Volviendo a las fotos, es el propio Macri quien aparece con corbata en los encuentros con las presidentes chilena y brasilera; el uruguayo también viste formalmente.
Veamos lo que significa políticamente. Contra todo lo que se pueda pensar, el peronismo es en la Argentina el referente del conservadurismo. Tiene el poder y aspira a mantenerlo.
El no peronismo que otrora fuera conservador hoy circula por la vía progresista. Tal vez sea por eso que Macri ha hecho de su look levemente informal una bandera y que sea extraño que un gobernador justicialista -máxime si aspira a representar a su sector- la abandone.
Ahora en el poder -como en las muchas ocasiones protocolares que experimentó como jefe del gobierno porteño- se lo vuelve a ver a Macri con corbata.
Para nosotros el asunto es otro. Uno viste formalmente en gran medida para ser visto como una persona previsible, que respeta las convenciones. Pero si los funcionarios no lo hacen, ¿cuál debe ser la formalidad y la previsibilidad?
Se impone un debate serio y de jerarquía para revisar el dress code.+)

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