El regreso de los clubes
La sociedad líquida asfixió a los clubes. En las últimas décadas, la sociedad se volvió más individualista y optó por privilegiar su propio beneficio al del grupo social al que pertenece, en lo que constituyó un vaciamiento como consecuencia de un proceso del tipo "salvese quién pueda".
De hecho, proliferaron las migraciones internas y externas; sucedió el auge de los clubes de alquiler (las "canchitas" de paddle, primero, de fútbol 5 después, cuando no los amenities del consorcio de viviendas); el after office desplazó a la barra del Club, y los restaurantes más sofisticados y de moda, al comedor.
La posmodernidad impuso mandatos que llevaron a la gente, muchas veces, a dejar de ser quienes eran. Por querer cambiar de vida, han negado su propia identidad.
Los clubes, por su parte, no supieron captar los cambios culturales; se mantuvieron firmes referentes de cuestiones que ya no significaban mucho al común de la gente, y perdieron masa societaria, recursos, prestigio y, en consecuencia, sustancia. Porque sin gente no hay club. Se tornaron rancios, vetustos y anticuados; sé des financiaron y, consecuentemente lo evidenciaron en sus activos.
La gente optó por priorizar el uso del gimnasio, nadar, salir a correr, mientras los clubes se emperraban en ofrecer bares y restaurantes. "Es que un club es la gente", diría un viejo dirigente, "y la gente se encuentra en un bar o en el restaurante". Lo cierto es que la gente hoy se encuentra con una pelota de por medio, en el gimnasio o corriendo en el parque, y eso no quita que termine compartiendo una bebida. Pero lo central es que hubo un cambio de régimen de vida.
"Luna de Avellaneda", la película de Juan José Campanella protagonizada por Ricardo Darin y Eduardo Blanco, reflejó el momento más crítico de la caída de los llamados clubes de barrio.
Sin embargo, los ciclos empiezan y terminan a veces en el mismo sitio en donde arrancaron. El diario La Nación titula hoy en tapa que hay un renacer de los clubes de barrio; en rigor, de los clubes sociales y deportivos. Es que lo que la gente busca fuera de ellos puede encontrarlo allí mismo con el agregado de valor que puede ofrecer una institución de esas características. Es deber de los clubes adaptarse a los nuevos tiempos.
Los clubes son instituciones que completan el proceso de socialización iniciado en la familia y el colegio. Brindan contención, afecto y pertenencia. Ofrecen actividades deportivas, sociales y culturales. Además, son guardianes de la tradición: esos recuerdos colectivos que dan arraigo a una comunidad.
Estoy seguro de que se está iniciando una nueva era histórica, en la que los cambios sociales terminarán por estabilizarse y nuevamente hará falta una entidad que capitalice para sus miembros la riqueza creada por el conjunto, y que constituya un entramado que contenga a una comunidad. Como los gremios en el Medioevo. La gente busca aglutinarse, amalgamarse, reunirse, para conformar algo mejor a la suma de las partes; algo que nos enorgullezca, que nos eleve, que nos empuje para arriba.
De nosotros depende redescubrirlo. Elegir aquella entidad que nos ayude a formarnos como persona, a nosotros y a nuestras familias (muchas veces tales entidades hacen las veces de familia extendida), y alimentarla con nuestro compromiso y con nuestra pertenencia.
La tarea reconoce cinco aspectos principales:
1. La función deportiva. Es importante priorizar la práctica sobre la base de un criterio de socialización más que de competencia. Para competir están los clubes deportivos. Lo que el club debe ofrecer es una buena instalación y proximidad.
2. La vida social. Un club es el lugar en donde se mezclan las generaciones, aún cuando haya estamentos de uso diferenciado, y en donde se vinculan los miembros de una comunidad.
3. La gastronomía es el complemento habitual de cualquier encuentro social o deportivo. Debe ser adecuada para el público que lo constituye. Pero no deja de tener una función complementaria. No tiene necesariamente que competir con los restaurantes.
4. Un club tiene una misión cultural, que es emitir las normas de comportamiento de ese sujeto colectivo, reglas de convivencia, pautas de identificación, respeto por las tradiciones (y, en definitiva, por los mayores) y cultivar los valores comunes.
5. Proteger e incrementar el patrimonio común, que se convierte en un elementos identitario (un edificio, los colores de una bandera, un objeto característico, etc).
Son muchos los motivos por los que los clubes tienen que volver a gravitar en nuestra sociedad. De nosotros depende.+
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