Sobre el periodismo novelado

Lamento mucho tener que disentir con el secretario general de mi querido diario La Nación, el gran Carlos "Chany" Guyot. Aclaro que se trata de un enorme profesional y una excelente persona, para poder decir con libertad que el artículo que escribió hoy sobre la misión del periodismo responde a uno de los grandes males sociales de hoy: la desinformación. Si, tal vez exagero; pero creo que no mucho. 

Según explica el artículo -que se copia más abajo- un medio de comunicación está "para poner nuestras espaldas al servicio de aquellas historias que los poderes quieren ocultar".

Entiendo que la misión del periodismo es informar y que, en todo caso, el mayor desafío será hacerlo a pesar de lo que deseen el poder, y que el ejercicio heroico de ese noble oficio es informar todo, aún lo que el poder quiera ocultar.

Esta sutil diferencia es la que hace que los periodistas terminen muchas veces por no publicar la información oficial o aquello que el poder quiere comunicar, porque asumen que su misión está en demostrar sólo aquello que el relato falseó o que simplemente omitió.

Pero esas omisiones o la publicación de historias incompletas, porque solamente reflejan aquel aspecto de la información que se quiso ocultar, dejan a las principales historias fuera de agenda. "No voy a contar lo que ellos quieren que cuente", podrían decir los periodistas siguiendo el mandato de Rusbridger citado por Guyot. Pero curiosamente esos poderes, además de ocultar, tienen mucho por contar, y que también puede resultar de interés general.

La omisión o minimización de la historia oficial hace que el diario se escriba exclusivamente para entendidos o para cumplir el rol de contrapeso del poder que constitucionalmente deben cumplir la Justicia y el Legislativo, cosa que lamentablemente no siempre hacen. Hay que reconocer y agradecer en estos casos el noble rol de la prensa para forzar a que actúen cuando no lo hacen.

Guyot aclara al final de su columna que la gente demanda transparencia. En este punto estoy de acuerdo. Lo que la gente quiere es saber lo que pasa y, de alguna manera, porqué sucede y qué es lo que puede ocurrir en el futuro más o menos inmediato. El público compra un periódico para que alguien le cuente lo que él debería saber como ciudadano. La gente consulta al menos un medio con el que se siente identificado, y La Nación ha conquistado para muchos ese espacio de confianza y credibilidad. Bien merecido lo tiene.

Pero si su aliado periodístico omite la historia principal y se dedica a a contar detalles de lo que oculta el aterrador protagonista de esa historia macabra, el lector concluirá por no entender nada; pero va a consumir esas historias fragmentadas, tendenciosas y deshilvanadas. 

Recuerdo que cuando era adolescente un albañil me decía a modo de refrán una frase que se me grabó para toda la vida: "esto es más difícil que leer el diario". Es que cuando sucede el proceso de desinformación citado en el párrafo anterior el lector, contra su voluntario deseo de ser un ciudadano comprometido, deja de leer las noticias. Peor aún, empieza a pensar que el poder "algo de razón tiene". Entonces, no desacredita al medio; al contrario, lo elogia, pero no lo consume y, en el fondo, no le cree todo lo que dice. Como sucede con la oposición política que crítica pero no propone. Igual.

Por eso es que hay que tener mucho cuidado con el nuevo periodismo cuando retoca las historias para emocionar, pero pierde asidero en la realidad. Hay que temer a ese periodismo novelado, que entretiene y se consume como una serie de Netflix. Hay que tener el coraje de servir a la Verdad, siempre y a toda costa. Esa es para mí la función del periodismo: informar para servir a la Verdad.+


La voz de Alan Rusbridger, director de The Guardian, sonó tan grave como el mensaje que transmitía. "La tremenda reacción del gobierno inglés ante la publicación de la investigación nos recordó cuál es nuestra misión como medio de comunicación: estamos para poner nuestras espaldas al servicio de aquellas historias que los poderes quieren ocultar." Fue en abril de este año, durante una reunión a la que 12 editores de todo el mundo fuimos convocados por la Reuters Foundation para conversar sobre el futuro de los diarios en todas las plataformas. Rusbridger se refería a las revelaciones de Edward Snowden sobre el masivo espionaje por parte de la agencia de inteligencia de los Estados Unidos y su par inglesa, publicadas en The Guardian y por cuya publicación fue acusado de traidor y de servir a intereses terroristas.

Invitados para compartir nuestras experiencias e imaginar el futuro de los medios, la referencia de Rusbridger nos recordó que la misión histórica de los diarios sigue manteniendo una furiosa vigencia. En el Old Common Room, el principal salón medieval del Balliol College, en Oxford -y acompañados por los fantasmas de algunos de los célebres alumnos del College, como Adam Smith, Aldous Huxley o Graham Greene-, los editores coincidimos en que hoy el desafío de los medios se cifra en sostener nuestra relevancia editorial con las clásicas herramientas del periodismo de calidad, y al mismo tiempo asumir los retos de la disrupción tecnológica y su impacto en las audiencias.

Recordé la escena a raíz de algunos comentarios que se escucharon en la Redacción de LA NACION con motivo de la publicación de la entrevista con el papa Francisco el domingo pasado, y reconociendo que aquella fórmula delineada en Oxford refleja buena parte de la búsqueda de este diario durante 2014, que profundizó su filosofía periodística y actualizó su propuesta editorial.

A lo largo de varios meses, los textos de Hugo Alconada Mon dejaron al desnudo la vasta y obscena red de conexiones entre el poder oficial y los negocios privados. La investigación, que mereció el Premio Latinoamericano de Periodismo de Investigación otorgado por Transparencia Internacional y fue destacada ayer en un artículo de The Economist, incluyó pruebas de la contratación de habitaciones de hotel sin ocupar; el entramado de empresas fantasma y facturas truchas, y las irregularidades contables de las empresas de la familia presidencial.

Por su parte, el equipo de LA NACION Data desarrolló durante este año varias plataformas digitales que, al mismo tiempo, ponen la tecnología al servicio de un periodismo más explicativo y habilitan la participación de la audiencia en la búsqueda de transparencia. Congresoscopio es una aplicación que funciona en la versión online de LA NACION y permite, entre otras cosas, analizar el voto de cada diputado o senador, o conocer el comportamiento de un legislador a lo largo del tiempo. En esta semana en que Martín Insaurralde renunció a su banca como diputado, por ejemplo, la aplicación indicaba que este año votó afirmativamente el 35% de las leyes que pasaron por la Cámara; en el restante 65%, estuvo ausente.

VozData, por su parte, es una aplicación que permite que todos los interesados puedan participar en el monitoreo de los gastos del Senado. Hasta el momento, más de 800 personas colaboraron con el procesamiento online de unas 10.000 planillas de gastos, en un proyecto construido con el aporte de Cippec, Poder Ciudadano, Chequeado.com, Directorio Legislativo, Centro para la Información Ciudadana y la Asociación Civil por la Igualdad y la Justicia, entre otras ONG.

Un medio, sin embargo, no agota su misión en la clásica función de "perro guardián" que devela los pliegues de corrupción que anidan en el poder. Un medio, hoy más que nunca, es también una suerte de copiloto que ayuda a entender e interpretar la realidad, tantas veces esquiva u oculta detrás del ruido de hechos y declaraciones. Para recortar del abigarrado paisaje aquellos contornos que permitan orientarnos, allí están las voces de nuestros principales columnistas. Joaquín Morales Solá, Carlos Pagni, Jorge Fernández Díaz, Carlos Reymundo Roberts o Pablo Sirvén, entre tantos otros y cada uno con su estilo, pusieron su mirada y su pluma al servicio del entendimiento y la comprensión. Para facilitar el encuentro de esas voces y sus audiencias, hace pocos meses desarrollamos la aplicación de celular Firmas LA NACION, que hoy cuenta con más de 80 autores disponibles para leer allí dónde y cuándo los lectores lo prefieran.

Un medio es, además, la suma de sus grandes historias: ellas son, desde el principio del hombre, posiblemente el más eficaz vehículo de creación y circulación de cultura. Como solía decir Tomás Eloy Martínez, las historias permiten que el lector identifique un destino ajeno con el propio, porque la suerte de un hombre resume, en ciertos momentos, la suerte de todos los hombres. En la sección A fondo, del cuerpo principal, en los últimos meses contamos, entre otras, la historia de Mayra Mendoza (la única mujer en la jefatura de La Cámpora), la de los longevos habitantes de la isla griega de Icaria (donde la gente se olvida de morir), la historia del submundo del dólar blue y la de la muerte de un espía de la Secretaría de Inteligencia, "el Lauchón", a manos de la policía bonaerense. Historias felices o dramáticas, emocionantes o inspiradoras, incómodo espejo de nuestra realidad cercana o luminosa ventana para asomarnos al mundo, todas ellas parte de ese mosaico que llamamos realidad. Contra el prejuicio que dice que el mundo digital es sólo instantaneidad, curiosamente estas historias tuvieron altísimos índices de lectura en www.lanacion.com.ar.

El último fin de semana, otro género ganó con inusual presencia la tapa de LA NACION. El domingo, Elisabetta Piqué, nuestra corresponsal en Roma, firmó una extensa entrevista con el papa Francisco sobre el reciente sínodo y la situación de la familia, de los divorciados vueltos a casar, sobre la reforma de la curia y sobre la Argentina. En octubre, días antes del inicio de esa reunión de los obispos, Francisco tuvo su primer encuentro con un periodista de este diario: Joaquín Morales Solá relató en detalle aquel diálogo sobre los principales conflictos del mundo y sobre la entonces reciente visita de la Presidenta al Vaticano. Y esta semana, cuando falta un año para la asunción del presidente que será elegido en octubre de 2015, el equipo de la sección Política trajo la voz de los principales precandidatos presidenciales. Las entrevistas con Scioli, Massa, Macri, Cobos, Binner y Sanz revelaron su diagnóstico de la transición y anticiparon las principales medidas que cada uno adoptaría en caso de ser elegido.

En definitiva, un medio -su periodismo en el papel, en la pantalla de la computadora o del celular- sirve para escrutar al poder y representar a los ciudadanos en su demanda de transparencia y eficiencia en la administración. Sirve también como insumo intelectual para sus lectores, al aportar opiniones e interpretaciones desde las cuales ellos terminan de construir su visión de la realidad. Un medio sirve además para contar historias que nos emocionan, nos indignan, nos inspiran o nos ayudan a ser, de algún modo, más humanos. Y un medio sirve para que la voz de los grandes protagonistas de nuestro tiempo llegue clara y precisa a la ciudadanía. Porque un medio sirve hoy, en definitiva, cuando sirve a sus lectores.

Desafiante rol en la Argentina actual, en vísperas de un año que, posiblemente, defina el rumbo del país para las próximas décadas..


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