Es moda, no incomoda

Susana Saulquin. "El sistema de la moda sigue operando, aunque la tendencia sea salirse de lo masivo"

Especializada en sociología del vestir, asegura que la lógica de las apariencias forma parte de la competencia política y cree que la sustentabilidad, lo alternativo y las campañas globales contra el trabajo esclavo marcan el futuro de lo textil

Por   | LA NACION, 10/08/2014

 
Foto: Rodrigo Néspolo

"La moda establece pertenencia, distinción, competencia -afirma la socióloga Susana Saulquin-. Es una de sus raíces: competir con el otro a través de la apariencia." Por eso, considera la especialista -que acaba de publicar Política de las apariencias (Paidós)-, su lógica impacta en el poder político tanto como incide en lo económico o en los vínculos sociales. Y por eso -en un movimiento que de la "tiranía" de las pasarelas pasó a la multiplicidad del diseño, el hedonismo y la búsqueda de lo "personal"- hoy estaríamos asistiendo a la emergencia de una dinámica en la que el sistema de la moda sigue operando, pese a los cambios en la subjetividad potenciados en las últimas décadas: "Existe la necesidad de salirse de lo masivo, más allá de que el sistema de producción y consumo lo sigan siendo".

Especializada en sociología del vestir y directora del posgrado en Sociología del diseño en FADU/UBA, Saulquin observa en el luto de Cristina Kirchner, el sincretismo que Evo Morales buscó entre la tradición indígena y la alta costura, o la distinción chic de la poderosa Christine Lagarde, distintos modos en los que la apariencia se hace carne -o escenario- políticos. Y es optimista: piensa que las campañas globales contra el trabajo esclavo en la cadena textil, los movimientos alternativos del diseño, la creciente atención a la problemática ambiental o, incluso la emergencia del "lujo sustentable", tendrán protagonismo en lo económico y social.

-¿Cómo surge su mirada sobre los modos del vestir?

-Me interesaba ver en qué medida el poder se cuela en las relaciones entre personas, y cómo las apariencias se meten como una cuña en esto. No sólo tiene que ver con la moda: me parece importante hablar de las apariencias. Creo que hay un nuevo orden de poder en el siglo XXI, que tiene que ver con una sociedad donde la realidad está mediatizada por las imágenes. En Poesía y capitalismo, Benjamin decía que cuando comienza la modernidad empieza la importancia de los objetos, y por eso se crean los estuches, aparecen las vitrinas: había que tener y exhibir. Hoy es distinto; todo es parecer.

-Pero los imperativos de poseer y exhibir siguen vigentes.

-Exhibimos de otra manera. El celular, el auto? ya no son los objetos en sí lo que se muestra, sino un estilo de vida.

-¿La moda nos gobierna más allá de la vestimenta?

-La moda existe en todo: en lo político, en la vestimenta. Hasta en la ciencia y la técnica, decía Lipovet- sky. La moda establece pertenencia, distinción, competencia. Es una de sus raíces: competir con el otro a través de la apariencia. Y los políticos compiten con el otro.

-¿En qué aspectos es más claro el cruce entre moda y poder?

-El poder político es escenográfico. Fijate en el luto de Cristina Kirchner: para ella fue una herramienta política que le permitió restaurar la pareja con Kirchner. Con ese luto traía la figura del marido ausente y restauraba una pareja política que había funcionado durante años. Otro ejemplo es Eva Perón, la evolución de su estilo después del viaje que hace a Europa. Antes de ese viaje, ella tenía una manera glamorosa de vestirse. Pero en Europa conoce a las socialistas italianas, y allí se le hace el quiebre. Empieza a despojarse, hasta que llega el famoso cabildo del justicialismo donde asiste con el pelo atado, el tailleur. Hay algo del poder como un escenario.

-En tiempos de Internet, ¿dónde radicarían esas escenografías?

-Estamos atravesando una transición; la superposición de dos formas culturales, la sociedad industrial y la digital. Vivimos en una sociedad compleja, ambivalente, difícil de interpretar. Creo que vamos hacia la fragmentación del poder y el protagonismo de las redes sociales. La imagen digital diluyó lo político y lo privado. Un líder fuerte? ¿Realmente la cultura actual podría aceptarlo?

-En Política de las apariencias, su último libro, se refiere al acercamiento entre Evo Morales y el mundo de la alta costura. ¿Cómo entender ese gesto?

-Aunque fue muy resistido en su momento porque nadie comprendía por qué se había ido a buscar una modista de alta costura, fue muy inteligente al convocar a la diseñadora Beatriz Canedo Patiño. En Bolivia está muy dividida la sociedad y si se hubiera vestido absolutamente de aborigen no hubiera incluido a una parte importante de la población. Pero al encargar el vestuario del día de su asunción a Canedo Patiño, Evo hizo una unión. Ella le diseñó un traje que incorpora el aguayo, un tejido boliviano. Se plasmó la voluntad de reunir a todo el pueblo boliviano a través de la imagen.

-¿Por qué el análisis de la vestimenta de un político varón resulta tan excepcional?

-Las formas de vestir de la mujer tienen más elementos. El traje burgués aparece con la modernidad, como vestimenta de trabajo. En los tiempos premodernos los varones usaban plumas, todo tipo de accesorios? El hombre hace la gran renuncia cuando empieza la era industrial: él se va a producir y le cede a la mujer el reinado de la vestimenta ornamental. Es posible que en una nueva sociedad los varones recuperen el aspecto festivo de la vestimenta. Pero, aunque se supone que la moda sólo afecta a las mujeres, a los hombres los marca bastante también. Hace unos 20 años estudié los cambios en el vestir de los sindicalistas, y observaba su necesidad de aparecer con marcas emblemáticas, por ejemplo, Dior. Necesitaban esa reivindicación. Hasta Perón, en un discurso de 1948, dijo que los sindicalistas que lo visitaban "antes venían de alpargatas; ahora los veo con camisas de seda y buenos trajes".

- ¿Un emblema actual de la apariencia en lo político?

-Christine Lagarde. Es glamorosa y emana poder. Yo la he visto en el prêt-à-porter de París, ella siempre va. La Lagarde marca tendencia.

-¿Algo que se esperaría más de una actriz o modelo que de una política?

-Hoy todo el mundo se da cuenta del peso de las apariencias como elemento de poder. La importancia de la imagen para conseguir cosas.

-Yendo al lado poco luminoso del mundo de la moda: ¿por qué el trabajo esclavo está tan asociado a la industria textil?

-Es fácil encerrar en un lugar una máquina, una mesa de corte, y lanzarse a producir todo el día. Algo que la industria pesada no podría hacer. Entonces La Alameda hace un operativo, llega a un taller, tira abajo las paredes de durlock y aparecen personas cosiendo y durmiendo al lado de las máquinas. En CABA y el Gran Buenos Aires la industria de la producción de indumentaria está muy basada en talleres de trabajo clandestino, que alimentan el circuito del consumo en Buenos Aires y el interior. Es caro tener un taller en blanco, es verdaderamente sideral la diferencia. Y es muy fácil, salvo para las grandes laneras, montar y desmontar un taller. Por eso la tentación de hacer la producción en talleres clandestinos es tan grande.

-Algo que también pasa, por poner un caso, en Bangladesh.

-Claro, el 24 de abril del año pasado se incendió el Rana Plaza, un edificio en Dhaka, la capital de Bangladesh, donde había talleres textiles. Murieron más de 1000 personas. Por eso el 24 de abril se instituyó a nivel global el Fashion Revolution Day, para concienciar sobre la procedencia de las prendas que uno usa. Algo similar a la Campaña Ropa limpia, que surgió en Holanda en 1989, y hoy está activa en España y otros países.

-Digamos que, en todo el planeta, habría dos grandes problemas con lo textil: la sospecha de trabajo esclavo o infantil al comienzo de la cadena de producción, y las denuncias de impacto medioambiental hacia el final.

-Uno de los "chicos malos" de la industria textil es el algodón, el material fundamental del siglo XX. Incluso el orgánico, que necesita mucho espacio y mucha agua. Además están los tintóreos húmedos, que afectan las napas. El gran ejemplo es la jeanería: la fabricación de jeans tiene que ver con el algodón, pero también con los pesticidas. Se dice que el 25% de los pesticidas a nivel mundial son para el algodón. A eso hay que sumar los procesos de tintorería. En Arizona, hace 15 años, se produjo un algodón por selección de semillas: daba un producto de tonos verdes o amarillos, que no necesitaba teñirse. Pero a la gente le gusta la remera turquesa, el jean clásico. En 1992 en Japón comenzó a buscarse un proceso cerrado, que en vez de tirar el agua, la reciclara. Algo muy caro. Limpiar es muy caro.

-¿Cómo lograr un consumo responsable sin caer en el elitismo?

-Tiene que cambiar el sistema de producción. La producción acelerada está destrozando el planeta. Aunque seguimos con los modelos productivos de la modernidad, pienso que estamos en tránsito a otro modelo: la política va a tener que darle mucha importancia al cuidado de los bienes naturales y los recursos humanos. Ya se habla del lujo sustentable: el prestigio empieza a estar ligado con cuidar lo medioambiental y las personas.

-¿Estos principios no pasan más por lo discursivo?

-No soy fundamentalista, pero esto es de sentido común. Un sistema productivo basado en la aceleración de los consumos y el consumismo no es sostenible ambientalmente. El sistema productivo va a tener que cambiar por supervivencia. No por ser buenos y éticos. Tiene que cambiar porque la supervivencia de la sociedad así lo va a exigir.

-¿Qué proceso le parece más sintomático de un posible cambio?

-La acción mancomunada de las redes sociales, los cambios tecnológicos que permiten que la lógica social se vaya estructurando de modo diferente. Mirá las impresoras 3D, que hasta están permitiendo hacer manos ortopédicas. Con este tipo de tecnología cada uno va a poder hacer sus propios objetos: algo que se contradice de manera fuerte con el sistema productivo tal como está pensado hoy. En Uruguay, en la Facultad de Diseño se están haciendo zapatos y otros artículos con estas impresoras. Se generan objetos despegados de la cadena productiva: una especie de "hágalo usted mismo" conectado con las redes.

-¿Y los oficios? Luego de la crisis de 2001, se vio que en la Argentina había muchos diseñadores, pero pocos artesanos capaces de llevar a cabo la parte material de esos proyectos.

-El Centro Metropolitano de Diseño quiso recuperar artesanos, y en eso está todavía. Los artesanos son fundamentales. Ellos son los que hacían todo el ciclo de vida del producto. Lentamente, algunas escuelas los están recuperando. La figura del aprendiz también se perdió. Hubo un intento de recuperarla, pero el sistema de la moda lo aplastó. Es que el sistema de la moda siempre se resiste. Así ocurrió con el vintage, que es muy interesante en su propuesta de recuperación. O el punk, el hippismo: en seguida el sistema de la moda manda a las pasarelas a las punks de lujo. Aunque la moda ya no paute lo que cada uno va a vestir -nadie va a esperar a que salgan las revistas especializadas a decirle qué prendas tiene que usar-, el sistema de la moda sigue operando. Pasó con los blogs: eran algo nuevo que venía a dinamitar el poder de las revistas de moda. Y ahora también cayeron en la pauta publicitaria. De todos modos, es importante lo que está pasando con la idea de masividad; los cambios subjetivos en relación a esto. Existe la necesidad de salirse de lo masivo, más allá de que el sistema de producción y consumo lo siga siendo. Por ejemplo, el consumo de productos cosméticos es masivo, pero se los comercializa con la ficción de que son diferentes: hay champú para rizos, pelo lacio, lo que quieras? Te hacen consumir igual, pero apelando a otra subjetividad.

MANO A MANO

INTUITIVA Y CON ALGO DE OUTSIDER ACADÉMICA

Es de las que reciben con scones y café recién hecho. En un living de ventanales enormes y calidez justa. "Nunca me interesó pertenecer a nada, ni a los intelectuales ni a la gente de la moda -rememora-. Siempre fui una solitaria." Saulquin se recibió de socióloga a fines de los 60, época en la que a muy pocos se les ocurría pensar en la moda como objeto de estudio. "Todos hablaban de los movimientos de liberación -cuenta-. Y yo decía que iba a llegar un momento en que la moda lo iba a digitar todo. ¿Te imaginás? ¿En la UBA de los 60?" Tras la licenciatura en Sociología, se diplomó en Antropología Social y Política en Flacso y participó en la creación de la carrera de Diseño de Indumentaria y Textil en la UBA (que dirigió entre 2006 y 2010). Autora de los libros La muerte de la moda, el día después e Historia de la moda argentina, dirige el posgrado en Sociología del diseño en FADU/UBA y asegura que su fuerte son las tendencias macrosociales en prospectiva. Hacia el final de la charla, comparte una suerte de tip para el análisis informal de las apariencias: "Siempre digo que del cuello para arriba -corte de pelo, piercings- está la ideología. En los zapatos, el poder. Y en la ropa interior, la autoestima".

UN FUTURO POSIBLE, SEGÚN SAULQUIN

¿QUÉ CAMBIOS CONSIDERA QUE SE AVECINAN EN EL UNIVERSO DE LO TEXTIL EN LA ARGENTINA?

Crece lentamente el cooperativismo; creo que es lo que viene. El Centro Demostrativo de Indumentaria en Barracas, impulsado por el INTI y el gobierno de la ciudad, es una iniciativa interesante. Un espacio que toma a los talleres recuperados y los "incuba". Hay talleres divididos en unidades productivas y se los asiste hasta que adquieren las suficientes fortalezas como para salir al circuito comercial. Yo sigo el caso del taller Cildáñez. Luego está lo que ocurre con el diseño de autor. Que, es verdad, salvo lo que se ve en las ferias, por lo general es caro. Pero ahora muchos diseñadores se están comprando máquinas de coser y, aunque sea en las muestras, se encargan ellos de su propia producción. Es como un movimiento nuevo: que cada uno vuelva a hacerse la ropa. Algo que las mujeres de principios y mediados del siglo XX hacían habitualmente. Son puntas distintas, pero las dos tienen que ver con iniciativas que son el pánico del sistema productivo de la moda. Por un lado, salirse del modelo consumista y de la moda como criterio autoritario. Y, por el otro, generar modalidades de producción diferentes, por fuera de lo masivo..

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