Una recorrida por Buenos Aires

En la madrugada, el aire fresco penetra los pulmones con la brisa del río. Desde el sendero que bordea la barranza del Parque Lezama, donde algunos creen que llegó Solís. Esta vieja plaza, en donde se pueden alquilar bicicletas, tiene emplazado el Museo Histórico Nacional, sobre la calle de la Defensa, desde donde nace la espléndida avenida Caseros. Siguiendo por Defensa hacia el norte está el Tasso, en donde se vive la música popular porteña de una manera especial, y en la esquina con Brasil están los bares El Hipopótamo, siempre poblado de poetas y en donde se puede degustar una exquisita picada, y el Británico, que no tiene otra nota interesante que contemplar el ventanal desde el que Ernesto Sábato escribió Sobre Héroes y Tumbas. Bajando por Brasil, si tenemos suerte, podemos ver la Iglesia Ortodoxa Rusa o continuar el rodeo que nos permita ver el entorno fabril. Básicamente la fábrica que fue de Canale.
Tomar Almirante Brown nos permite sumergirnos en la Boca. La Casa Amarilla, las vías del tranvía, el empedrado, los conventillos... tantos escenarios tangueros. Son calles aún pobladas de malevaje. pero no de aquél que refieren los escritos borgeanos sino del actual, citado por la crónica policial y que pueblan las instrucciones judiciales. La Boca es ecléctica. Tiene edificaciones preciosas, como la llamada Torre del Fantasma, en una aguda esquina con Wenceslao Villafañe. La zona no es linda, pero exhala aromas extraños desde sus entrañas. Hay que ir hasta la Vuelta de Rocha para advertir que ese apestoso olor proviene del Riachuelo, donde el Transbordador -uno de los tres o cuatro que se mantienen de pie en el mundo- nos cuenta de una inmigración que cruzaba todos los días desde Avellaneda a trabajar a las barracas portuarias. La polución del agua no hace otra cosa que señalar que ésa fue la primer zona industrial de Latinoamérica. Puede ayudar mucho a comprender la zona el Museo Escuela Quinquela Martín.

Si subimos por Caminito podemos desviarnos hasta la Bombonera y conocer el mítico Bar El Estaño, en la esquina de A. del Valle 1100. Hacia el oeste, por esa misma calle hasta Azara nos encontramos con El Colegio Santa Felicitas, en cuyo subsuelo podemos ver uno de los comedores industriales que albergaban a tantos trabajadores cuando Barracas era un pujante polo económico. En la planta superior, una extrañísima capilla desacralizada por el suicidio de su arquitecto y que sirve para exposiciones y concursos de coro. Esa belleza neogótica no es tan conocida como el famoso  templo que se erige en la esquina de esa misma calle con Isabel la Católica. Esa manzana, junto con la vecina plaza Colombia, eran la Quinta Alzaga. La Iglesia se construyó en honor a Felicitas Guerrero de Alzaga, una historia trágica.
Por  Montes de Oca hacia el Sur hay un bar histórico en la esquina con California y subiendo por Iriarte hasta Díaz Velez podremos ver destellos de lo que fue esa zona en sus tiempos de oro en el Parque Leonardo Pereyra, la Iglesia y el Colegio del Sagrado Corazón, todo donado por la Familia Pereyra Yraola al Gobierno de la ciudad la Plaza y a los padres bayoneses la construcción en la que descansan el propio Leonardo Pereyra, su mujer, sus hijos y sus yernos y nueras. Pocos metros más allá nace la villa 21.

Subiendo por Díaz Velez hacia el norte, hasta Entre Ríos, se llega al Congreso de la Nación que se sitúa frente a la plaza de los Dos Congresos. Vale la pena pasearla y conocer sus edificios contiguos. La plaza termina en la Avenida de Mayo, que conduce al epicentro de la ciudad, la Plaza de Mayo. Esta avenida está flanqueada de muy lindas construcciones, como el Edificio Barolo y tiene historias que vale la pena conocer. Frente a la Plaza de Mayo están la Casa Rosada y edificios muy emblemáticos de la ciudad, principalmente el Cabildo.

Desde la plaza hacia el Sur se desparrama el antiguo San Telmo, hacia el Este, el modernísimo Puerto Madero y hacia el Norte, el microcentro, cuyo eje, la Avenida Corrientes, es un paseo muy porteño, que se parte al medio en la Avenida Nueve de Julio, en cuyo cruce se emplaza el icónico Obelisco.
Reconquista es una linda peatonal que conecta a la Plaza de Mayo con la San Martín, una de las más lindas de la ciudad, en si misma y merced a su entorno. Por Esmeralda y Arroyo se llega al paseo de la Avenida Alvear hasta la Recoleta, cuyo Cementerio cuya visita es obligatoria.
Por Vicente López se puede subir hasta la isla de Gelly y Obes y bajar por la plaza Francia hasta Libertador, que nos lleva hacia el Norte por los Bosques de Palermo
, primero, y la ribera del río, después, a la altura de Vicente López y Martínez, hasta desembocar en San isidro, cuyo casco histórico merece una recorrida.

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