Metáfora del Beso
Los enfrentamientos generan tensiones.
Las tensiones derivan en silencios.
Los silencios producen preconceptos.
Los preconceptos se personalizan.
El conflicto se subjetiviza.
La objetividad se fuga.
Se impone el relato, la narración deseada.
El otro pierde la justa defensa.
Sólo se justifica la defensa de intereses y necesidades.
La más elemental y primitiva razón.
El proceso resulta viciado.
Es menester recuperar la racionalidad.
Ponerse en el lugar del otro.
Ser misericorde.
Comprender la realidad ajena.
Compararla con la propia.
En un mismo nivel de intensidad.
Lo que es naturalmente imposible.
Hace falta una decisión.
Alguien tiene que cortar por lo sano.
Tiene que ser un tercero.
Uno que esté equidistante.
Como el Episcopado, en 1983.
Cuando publicó Iglesia y Comunidad Nacional.
O en 2002, cuando convocó al Dialogo Argentino.
Como el Papa Francisco, cuando llama al encuentro.
Como el Consejo Profesional de Relaciones Públicas de la República Argentina
Cuando convoca a los DirCom y sus colegas de Idea.
Para recrear la cultura del diálogo.
Por recuperar ese espacio de intercambio común.
Porque es la única manera de dar vida a la República.
¿Quién mejor para hacerlo que los que hacemos relaciones públicas?
Estamos en el corazón de la república.
Gestionamos prensa, que resulta clave en las democracias modernas.
Cumplimos un papel clave en la defensa de los intereses.
El derecho constitucional de peticionar ante las autoridades.
O lobby, como lo conocen los norteamericanos.
Tenemos códigos para toda clase de protocolo.
Somos la responsabilidad social de nuestras organizaciones.
Ponemos en acto las expectativas populares.
En el corto, mediano y largo plazo, de manera sustentable.
Por eso es que quisiera honrar este 26 de septiembre.
Porque es el Día Interamericano de las Relaciones Públicas.
Es la oportunidad de poner en práctica tal ejercicio.
No en vano nuestro consejo tiene un globo de diálogo como isotipo.
Es la palabra, que navegará de boca en boca.
Como la saliva en un beso.
Si, es algo que suena espantosamente.
Pero es una experiencia magnífica.
Altamente recomendable.+
Las tensiones derivan en silencios.
Los silencios producen preconceptos.
Los preconceptos se personalizan.
El conflicto se subjetiviza.
La objetividad se fuga.
Se impone el relato, la narración deseada.
El otro pierde la justa defensa.
Sólo se justifica la defensa de intereses y necesidades.
La más elemental y primitiva razón.
El proceso resulta viciado.
Es menester recuperar la racionalidad.
Ponerse en el lugar del otro.
Ser misericorde.
Comprender la realidad ajena.
Compararla con la propia.
En un mismo nivel de intensidad.
Lo que es naturalmente imposible.
Hace falta una decisión.
Alguien tiene que cortar por lo sano.
Tiene que ser un tercero.
Uno que esté equidistante.
Como el Episcopado, en 1983.
Cuando publicó Iglesia y Comunidad Nacional.
O en 2002, cuando convocó al Dialogo Argentino.
Como el Papa Francisco, cuando llama al encuentro.
Como el Consejo Profesional de Relaciones Públicas de la República Argentina
Cuando convoca a los DirCom y sus colegas de Idea.
Para recrear la cultura del diálogo.
Por recuperar ese espacio de intercambio común.
Porque es la única manera de dar vida a la República.
¿Quién mejor para hacerlo que los que hacemos relaciones públicas?
Estamos en el corazón de la república.
Gestionamos prensa, que resulta clave en las democracias modernas.
Cumplimos un papel clave en la defensa de los intereses.
El derecho constitucional de peticionar ante las autoridades.
O lobby, como lo conocen los norteamericanos.
Tenemos códigos para toda clase de protocolo.
Somos la responsabilidad social de nuestras organizaciones.
Ponemos en acto las expectativas populares.
En el corto, mediano y largo plazo, de manera sustentable.
Por eso es que quisiera honrar este 26 de septiembre.
Porque es el Día Interamericano de las Relaciones Públicas.
Es la oportunidad de poner en práctica tal ejercicio.
No en vano nuestro consejo tiene un globo de diálogo como isotipo.
Es la palabra, que navegará de boca en boca.
Como la saliva en un beso.
Si, es algo que suena espantosamente.
Pero es una experiencia magnífica.
Altamente recomendable.+
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