Salirse del Protocolo
Según el Diccionario de la Real Academia Española, Protocolo (Del b. lat. protocollum, y este del gr. πρωτόκολλον) es:
1. m. Serie ordenada de escrituras matrices y otros documentos que un notario o escribano autoriza y custodia con ciertas formalidades.
2. m. Acta o cuaderno de actas relativas a un acuerdo, conferencia o congreso diplomático.
3. m. Regla ceremonial diplomática o palatina establecida por decreto o por costumbre.
4. m. Secuencia detallada de un proceso de actuación científica, técnica, médica, etc.
5. m. Inform. Conjunto de reglas que se establecen en el proceso de comunicación entre dos sistemas.
La gente parece fascinarse cuando alguien, de la jerarquía de un Papa, un presidente o un monarca -gente habituada a las ceremonias-, se sale del protocolo.
Tiene sentido. Si bien a primera vista la gente parece festejar la naturalidad, la desafectación o la espontaneidad del personaje, lo que en el fondo se festeja es la entrada de un nuevo valor en un código de comunicación.
Cuando la Presidente Cristina Fernandez de Kirchner sin querer toca con la palma de su mano -en ese estado nervioso que pudimos ver en aquella primera entrevista- al flamante Sumo Pontífice en un gesto de evidente cordialidad, se excusa diciendo: "Hay lo toqué, ¿puedo tocarlo?", Francisco le responde: "Claro", y aprovecha para agradecerle los regalos recibidos con un beso en la mejilla, lo hace para transmitir humanidad, proximidad, cercanía... Exactamente lo que quiere manifestar de una Iglesia renovada.
Cuando detiene la marcha de su desprotegido Papamóvil para descender por primera vez en la historia y saludar a un enfermo, es evidente que procura mostrar al pastor cerca de los que más lo necesitan, de los marginados. Un Papa que relega su seguridad personal para priorizar al más débil.
Cuando el Papa hace gala de esa austeridad conmovedora procura convertirse en el abanderado de ese valor tan exigido en el mundo de hoy a los gobernantes, especialmente en Europa, y particularmente deseado para la Iglesia.
El protocolo, como "conjunto de reglas que establecen un proceso de comunicación", no sólo es positivo, sino que es necesario. Porque si mañana descubriéramos a través de la prensa que Jorge Mario Bergoglio tiene un jacuzzi en su habitación y que come con champagne, por más que haya roto su propio protocolo, nos entristecería.+
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