Bicentenario del Gran Lobbying
Creer que es imposible recrear un "proyecto sugestivo de vida en común" como el que surgió de la Revolución de Mayo es mediocridad pura. Suponer que uno puede ser la reencarnación de Manuel Belgrano, Mariano Moreno o Cornelio Saavedra, tal como nos los presenta la historia, es vanidoso, soberbio e infantil.
Lo mismo sucede con la mediatización de los sucesos. Uno puede hasta cambiar la opinión más sesuda ante una sola imagen o al ver una frase escrita en letras de molde. Pero esa no es la forma de construir una nación, según la definición de José Ortega y Gasset en España Invertebrada que aparece entrecomillada en el primer párrafo. La patria, la tierra de los padres, se hereda; la nación se construye.
Los aniversarios no deben endiosar a nadie. Cada uno tiene sus propias creencias. No obstante, pueden echar luz sobre experiencias exitosas y fallidas, buenas y malas actitudes, magnanimidades y mezquindades.
En el Consejo Profesional de Relaciones Públicas de la República Argentina decidimos organizar nuestra II Conferencia Internacional para arrojar luz sobre un proceso de lobbying que derivó en un proyecto político que fue superador de las posiciones interesadas: la emancipación americana... si, una derivación del lobying ¿o nos olvidamos que la traducción española de lobbying es cabildeo?
El lobbying es un contacto sensible, en el que se produce un intercambio informativo o de impresiones. Los salones parlamentarios, las entradas o pasillos de algún edificio público son lugares en los cuales los sujetos del poder se pueden pasear con naturalidad y expresarse coloquialmente.
La sociedad porteña de 1810 era pequeña. Todos sabían quién era quién, y a quién representaba o qué intereses portaba uno u otro. Puede ser que la circunstancia política haya sido excepcional, pero también lo fue alcanzar tales consensos en poblaciones chicas, en esos grandes infiernos en donde los ideales suelen tropiezar con las minucias de entrecasa.
Los periódicos de la época reflejaban creencias e intereses, y las peleas que se producían por ellas. En aquel momento, los diferentes sectores de la sociedad produjeron una confluencia virtuosa de sus ambiciones que llevó al nacimiento del país independiente. Cada uno fue innovando en métodos de persuasión para poder consolidar sus diferentes visiones. La creación de medios fue uno de los mecanismos descubiertos entonces como clave para difundir sus ideas. Hasta la secreta Logia Lautaro entendió la necesidad de promover sus posiciones en el espacio público.
Los tiempos han cambiado. La gente se agolpaba afuera del Cabildo, y quería saber. Ahora los individuos están híper informados, saturados del bombardeo comunicacional, cada uno en sus cosas; saben qué quieren saber pero desconocen qué precisan conocer. Hagamos una autocrítica: nosotros mismos, los que representamos intereses, muchas veces desconocemos el más profundo impacto de las medidas que impulsamos. Todos hemos perdido la perspectiva, vamos llevados por una corriente feroz, a la deriva.
Pero el deber de la dirigencia es otear el horizonte, compartir perspectivas y observaciones, y conducir al pueblo a la tierra prometida. Cada cual tiene la suya. Nosotros entendemos que, en términos de lobbying, aquella se encuentra en el terreno de la transparencia. Por este motivo fuimos hace un par de meses al Senado a impulsar audiencias públicas para el tratamiento de determinados proyectos y la apertura de las agendas de los legisladores, de modo que el proceso de sancionar una ley sea lo más transparente posible. Eso, que protege al lobbyista honesto, fue un proceso impulsado con CIPPEC y del que también participó Poder Ciudadano.
También mantuvimos diálogo con FOPEA por los temas que tienen que ver con las relaciones de nuestros agentes con la prensa. Los medios y los periodistas, individualmente, cumplen un rol fundamental en una democracia republicana y federal. Es tan importante la transparencia en el vínculo como la fidelidad del relato.
En el Consejo Profesional de Relaciones Públicas de la República Argentina creemos que este pueblo expresivo, vehemente, bullicioso, espontáneo, apasionado, pícaro y conocedor de sus propias necesidades e intereses, ofrece calor. La generosidad de nuestro territorio y nuestra situación geopolítica nos ofrece un sustrato esencial. Entendemos que el combustible, que es la dirigencia, necesita una mayor proximidad para que el calor del pueblo no se disperse. Sospechamos que la chispa puede ser el Bicentenario (el que va desde la Revolución de Mayo hasta la Independencia), una oportunidad para que nadie se haga el distraído. Un momento para reflexionar sobre nuestras prácticas y comportamientos, y producir cambios.
Solamente queda decidir el altar en el que con ese fuego se consagre la ofrenda, que es la nación. Hoy más que nunca ese proyecto debe ser regional. Nos une ponernos de acuerdo para ser la amalgama entre el gran socio regional y los hispanoparlantes. La Argentina siempre fue el fiel de la balanza sudamericana, e hizo su negocio de esa forma.
Nos sobra la buena madera, hay calor, el piso es adecuado y la oportunidad está. El fuego se expande, la energía se propaga y no se preocupen por que el combustible se extinga, que para eso está. El asado llevará su tiempo. Esperemos que nuestros hijos y nietos puedan comer todos juntos, sentados en la misma mesa, bebiendo nuestro propio vino y compartiendo el pan.
Lo mismo sucede con la mediatización de los sucesos. Uno puede hasta cambiar la opinión más sesuda ante una sola imagen o al ver una frase escrita en letras de molde. Pero esa no es la forma de construir una nación, según la definición de José Ortega y Gasset en España Invertebrada que aparece entrecomillada en el primer párrafo. La patria, la tierra de los padres, se hereda; la nación se construye.
Los aniversarios no deben endiosar a nadie. Cada uno tiene sus propias creencias. No obstante, pueden echar luz sobre experiencias exitosas y fallidas, buenas y malas actitudes, magnanimidades y mezquindades.
En el Consejo Profesional de Relaciones Públicas de la República Argentina decidimos organizar nuestra II Conferencia Internacional para arrojar luz sobre un proceso de lobbying que derivó en un proyecto político que fue superador de las posiciones interesadas: la emancipación americana... si, una derivación del lobying ¿o nos olvidamos que la traducción española de lobbying es cabildeo?
El lobbying es un contacto sensible, en el que se produce un intercambio informativo o de impresiones. Los salones parlamentarios, las entradas o pasillos de algún edificio público son lugares en los cuales los sujetos del poder se pueden pasear con naturalidad y expresarse coloquialmente.
La sociedad porteña de 1810 era pequeña. Todos sabían quién era quién, y a quién representaba o qué intereses portaba uno u otro. Puede ser que la circunstancia política haya sido excepcional, pero también lo fue alcanzar tales consensos en poblaciones chicas, en esos grandes infiernos en donde los ideales suelen tropiezar con las minucias de entrecasa.
Los periódicos de la época reflejaban creencias e intereses, y las peleas que se producían por ellas. En aquel momento, los diferentes sectores de la sociedad produjeron una confluencia virtuosa de sus ambiciones que llevó al nacimiento del país independiente. Cada uno fue innovando en métodos de persuasión para poder consolidar sus diferentes visiones. La creación de medios fue uno de los mecanismos descubiertos entonces como clave para difundir sus ideas. Hasta la secreta Logia Lautaro entendió la necesidad de promover sus posiciones en el espacio público.
Los tiempos han cambiado. La gente se agolpaba afuera del Cabildo, y quería saber. Ahora los individuos están híper informados, saturados del bombardeo comunicacional, cada uno en sus cosas; saben qué quieren saber pero desconocen qué precisan conocer. Hagamos una autocrítica: nosotros mismos, los que representamos intereses, muchas veces desconocemos el más profundo impacto de las medidas que impulsamos. Todos hemos perdido la perspectiva, vamos llevados por una corriente feroz, a la deriva.
Pero el deber de la dirigencia es otear el horizonte, compartir perspectivas y observaciones, y conducir al pueblo a la tierra prometida. Cada cual tiene la suya. Nosotros entendemos que, en términos de lobbying, aquella se encuentra en el terreno de la transparencia. Por este motivo fuimos hace un par de meses al Senado a impulsar audiencias públicas para el tratamiento de determinados proyectos y la apertura de las agendas de los legisladores, de modo que el proceso de sancionar una ley sea lo más transparente posible. Eso, que protege al lobbyista honesto, fue un proceso impulsado con CIPPEC y del que también participó Poder Ciudadano.
También mantuvimos diálogo con FOPEA por los temas que tienen que ver con las relaciones de nuestros agentes con la prensa. Los medios y los periodistas, individualmente, cumplen un rol fundamental en una democracia republicana y federal. Es tan importante la transparencia en el vínculo como la fidelidad del relato.
En el Consejo Profesional de Relaciones Públicas de la República Argentina creemos que este pueblo expresivo, vehemente, bullicioso, espontáneo, apasionado, pícaro y conocedor de sus propias necesidades e intereses, ofrece calor. La generosidad de nuestro territorio y nuestra situación geopolítica nos ofrece un sustrato esencial. Entendemos que el combustible, que es la dirigencia, necesita una mayor proximidad para que el calor del pueblo no se disperse. Sospechamos que la chispa puede ser el Bicentenario (el que va desde la Revolución de Mayo hasta la Independencia), una oportunidad para que nadie se haga el distraído. Un momento para reflexionar sobre nuestras prácticas y comportamientos, y producir cambios.
Solamente queda decidir el altar en el que con ese fuego se consagre la ofrenda, que es la nación. Hoy más que nunca ese proyecto debe ser regional. Nos une ponernos de acuerdo para ser la amalgama entre el gran socio regional y los hispanoparlantes. La Argentina siempre fue el fiel de la balanza sudamericana, e hizo su negocio de esa forma.
Nos sobra la buena madera, hay calor, el piso es adecuado y la oportunidad está. El fuego se expande, la energía se propaga y no se preocupen por que el combustible se extinga, que para eso está. El asado llevará su tiempo. Esperemos que nuestros hijos y nietos puedan comer todos juntos, sentados en la misma mesa, bebiendo nuestro propio vino y compartiendo el pan.
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